FIN DEL ADVIENTO...

El Adviento concluye con el “Sí” a Dios de José. El Ángel le anuncia en sueños que el niño que espera María ha sido engendrado en ella por Dios. Y José le entrega su vida a la Madre y al Niño.

Así será el varón protector de la Nochebuena, el custodio de la Encarnación, el padre adoptivo sin el cual no podría haberse salvado de la muerte la Sagrada Familia.

Un ángel podría haber ocupado ese lugar, pero Dios quiso que fuera un ser humano varón. Y José acepta, y por eso ocupa un lugar tan privilegiado en la Iglesia.

En él, como en María Santísima, el signo de la grandeza es la humildad. La humildad que protege y salva a la vida indefensa. Hoy, por el contrario, la soberbia es el signo del desprecio y de la muerte. La soberbia prepotente del aborto mata a millones de niños sin permitirles nacer. Y muchas veces, es el varón quien arrastra a la mujer.

Pidamos la humilde grandeza del “Si” a Dios y a la vida, salvando a nuestra Patria de los nuevos Herodes.

Que la Nochebuena dé su fruto de felicidad, que todos los niños concebidos lleguen a nacer, y puedan ver la luz a que están destinados. Que el Niño Dios proteja a todos los niños, hoy más que nunca.
 

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