Sí amigos, Dios no se toma vacaciones. Nos sigue allí donde estamos o hacia donde nos dirigimos. No está reñido, ni muchos menos, el tomar el sol, darse un buen baño, descansar unos días, y pasar ratos a solas, o en compañía, con el Señor. Es bonito pensar que para mucha gente el verano puede ser decisivo para su vida interior.
Comentarios